lunes, 20 de abril de 2009

CARLOS GARDEL - CARLOS ESCAYOLA





Por Martina Iñiguez.

Hubo un hombre del que se dice que fue de todos querido, estimado en lo que valía, por su corrección, su afabilidad.

Un hombre que se adelantó a su tiempo, que amó las artes, la música.
Un hombre cuya muerte dio lugar a una intensa
demostración de duelo, en la que tomaron parte personas de todos los matices políticos y de todas las clases sociales.

Generoso, desprendido y buen amigo.
Sabemos también que animaba las reuniones tocando la guitarra, cantando y cruzaba por la vida con una sonrisa en los labios…
Un hombre superior…


En esta nota necrológica no hablan de Carlos Gardel sino de su padre...

EL CORONEL CARLOS ESCAYOLA

UN SOLDADO MERITORIO
Falleció el 27 de Abril de 1915
Honores a su alta jerarquía rendidos por el Batallón de Infantería Nº 5

El 27 de abril próximo pasado falleció en esta ciudad nuestro distinguido correligionario el Coronel don Carlos Escayola, dando lugar su sepelio a una intensa demostración de duelo, en la que tomaron parte hombres de todos los matices políticos y de todas las clases sociales, demostración que mucho más se ha acentuado al conocerse a distancia la noticia, con el envío de todos los ámbitos de la República, de la Argentina y del Brasil de cartas de pésame y telegramas de condolencia a la familia del extinto.

Y así tenía que suceder porque Carlos Escayola era de todos querido, estimado en lo que valía, por su corrección, afabilidad y por el bien que en todo tiempo hizo, aún en los momentos de lucha bravía en los campos de batalla, en que se estrangulan los sentimientos humanitarios, para dar cabida al rencor.

Y era que, si bien el coronel Escayola inició de muy joven su carrera, en épocas en que el hijo del país nacía de soldados, se educaba soldado y no tenía ni por soñación tiempo para aprender en los manuales y textos importados las prácticas más rudimentarias de la sociabilidad o del acercamiento a los progresos materiales de la nacionalidad, tenía la intuición de la vida mundana perfecta y la ambición digna y noble de ser uno de los factores de adelanto de los pueblos en la ruta ascendente hacia el perfeccionamiento de las artes y de la industria.

El coronel Escayola fue caudillo. Lo pueden decir las divisiones coloradas de Tacuarembó y Rivera, antes una sola, lo puede afirmar el glorioso partido de Rivera. Pero por su idiosincracia, no fue uno de ésos caudillos de chuza y sable, con tendencias a caprichosos levantamientos, a hacer pasar en la balanza de la justicia sus espuelas en vez de la razón culta.

Con haberse iniciado en la vida del campamento y la lucha tenaz y porfiada, que tuvo la iniciación con el desembarque del benemérito general don Venancio Flores, Escayola, más que soldado de aquella época legendaria, en que sólo primaba el valor, el estoicismo, en que surgían titanes de la guerra a cada paso, en que cada hombre de ambos bandos era un centauro, armado de afilada y mortífera lanza, en que las luchas cuerpo a cuerpo eran la cosa más natural, en que no se interponían trincheras entre los combatientes, en que se iba a la sangrienta pelea con la mirada brillante, con la frente altiva y el pecho descubierto, Escayola, repetimos, a pesar de ser de esa época, haberse agitado en los entreveros y dado ejemplo de valer a sus huestes, fue un caudillo que se adelantó a la fecha de su viril actuación, para ser de la nuestra, de la presente, en que se aúne a la valentía el amor a la ciencia, a las letras, a las artes, en que el soldado se desdobla y es tal en el campo de acción, al frente de la tropa, como hombre de salón entre las damas y erudito en las cuestiones donde se discurre de temas relacionados con el saber humano en todas sus manifestaciones.

Fue caudillo, pero no por el prurito de hacer saber que mandaba, sino por defender su ideal, el ideal que encarna la bandera roja símbolo de la democracia de los pueblos; fue caudillo, pero nunca pesó su acción como tal o como hombre sobre el erario nacional, porque ofreció su sangre y puso a contribución siempre su bolsillo, cercenando su fortuna en beneficio de la patria de la que consideraba avanzado y valiente y noble caballero a su partido.

Y así le vemos también en los momentos de paz serena, como administrador, como jefe político, llenar su misión más que como guardador del orden, como vigilante de los intereses de las personas radicadas en su jurisdicción, mostrarse como miembro del cuerpo edilicio, de la autoridad comunal, haciendo obras benéficas en el departamento de Tacuarembó y levantando un templo del arte, un teatro en San Fructuoso que lleva su propio nombre y que al decir de los que han recorrido los ámbitos de la República, es el mejor local que se construyó en la época, amplio, cómodo y sólido.

Y es que Escayola soldado, tenía también alma de artista, inclinada a todas las manifestaciones de la belleza, en cuya contemplación siempre encontraba encantos, como hallaba verdadera fruición en estrechar vínculos amistosos con todos los que como él pensaran o para vivir cultivaran el arte en escala mayor o menor.

Era un gran amigo. Nuestro lo fue y de ahí que le rindamos justo tributo a su memoria, con cuánta mayor razón cuando sabemos que fue potentado, todo lo perdió, sembró el bien y recibió ingratitudes como recompensa y no obstante ello, impertérrito cruzaba la vida con la sonrisa en los labios...

Bien que no lo hallamos extraño: quien sonrió ante la punta de las agudas lanzas y oyó impasible el silbido de las balas, bien podía reír ante la adversidad, ante la ingratitud de los hombres, porque Escayola sabía como se muere y conocía a fondo lo deleznable de los sentimientos humanos.

¡Era superior!

FÉLIX SAENZ

Gracias Sra. Martina Iñiguez por compartir con nuestra familia este extraordinario material.







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